Como un litoraleño sin litoral, el hombre vive buscando su identidad. Se da cuenta de que la perdió cuando recibe una llamada de su padre, anunciando que la madre ha muerto.
El retorno al pueblo, a Hernández precisamente, hace que Andrés piense en un pasado lejano en el que la ingenuidad y el amor eran los protagonistas.
El viaje a Buenos Aires parece imposible. La rutina, el reloj que parece no frenar quedan atrás para que, desde el recuerdo, el olvido y las piedras en el camino, se reconstruya una relación entre padre e hijo. Y es que desde los silencios nacen las relaciones más fuertes.
El pueblo como representante del pasado, de aquello que no tiene fin, se enfrenta a un presente al que el protagonista no quiere hacer frente.
Desde los silencios la figura paterna se alza entre los olvidos; desde la memoria se construye la figura materna que jamás va a ser olvidada.
Una novela nostálgica, donde el tiempo parece volver atrás. La tristeza es el hilo conductor de una historia que supo ser.
100% recomendada.
Los silencios

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